Crecí entre dos costas, Nueva York y Tijuana, Baja California. Hace poco he estado pintando Ciudad de México.
Siento que hay mucha más policía en Nueva York y cultura pandillera en California. Tijuana tiene un poco de todo: policía, gánsteres deportados, cárteles, de todo. Viviendo entre ellos fue como visitando crisoles de culturas distintos. Todo lo que he aprendido viajando se ha condensado en un solo nombre, igual que estos lugares.

Lo que pinto es una emoción, una cápsula del tiempo. Es el estado de ánimo de ese instante, durante los cinco minutos que estoy haciendo mi throwie. Es un poco loco narrar mi proceso, porque cada vez que pinto, viene de un mente cambiada.



No pienso parar pronto. Ni siquiera pienso en hacer grafiti, es a diario.

No creo que haya demasiadas reglas. No pintes encima de otros y busca tu propio lugar, lo básico. Nada de eso encaja donde encajas.
A mucha gente le gusta quitarle la corteza a sus sándwiches ahora, sorteando las partes peligrosas y sucias de este estilo de vida. ¡Mira, mamá, ahora soy artista! Pero esta fierro que otras subculturas estén empezando a apreciarlo.


Siento que vivo una mezcla de estilos de vida, desde la vida frontera hasta la vida ciudad. Tomo muchas fotos de mi entorno y experiencias.







Siento que el grafiti me ha llevado a muchos lugares que nunca pensé que vería, en los que existiría o de los que formaría parte. Disfruto interactuando y siendo parte de una ciudad que quizás solo esté de paso.
-DALE187 for Dead Relatives.